Ayer dijiste que no sabías que yo sentía eso por vos. ¿Te digo la verdad? Yo tampoco lo sabía.
Es curioso ver como de un pronto a otro te das cuenta de la realidad: caés en un abismo del cual solamente vos podés salir y que por más que alguien quiera ayudarte, es inútil la presencia ajena.
En asuntos del corazón no manda nadie más que tu propio corazón, incluso sobre tu cerebro.
Y fue extraño pensar que ayer te perdía. Pensar que tus ojos azul-grisáceos que tiran a celeste ya no me verían más a mí (es extraño, pero amo esa combinación), que tus labios rojos no estarían contra los míos a como los he imaginado y que no podría llegar a ver de cerca esa sonrisa que hipnotiza, que cautiva, que encierra... esa sonrisa que hace resaltar tus mejillas, esas líneas de expresión que me hacen querer expresarme, ese pelo despeinado que me hace querer despeinarte más, esa cara de inocencia que se pierde muchas veces en el deseo.
¿Que si te quiero conocer? No hay duda.
¿Que si viajaría largo por vos? Definitivamente. Y no te sintás mal, me gusta viajar largo porque al final del viaje habrá un buen premio.
¿Que si es un año o año y medio? Igual lo siento como si fueran mil años.
¿Que si después no sos lo que yo espero? Lo serás, porque me gusta quien sos, no quien quiero que seás.
¿Que si te pienso esperar? Total ya te esperé un año, ¿qué más da un poco más?
¿Que si soy ridículo y cursi? Sí y lo acepto. Pero me gusta ser así. Así me conocés.
¿Que sos menor que yo? ¿Y qué? Igual tengo un niño adentro que sale muy frecuentemente.
¿Que tomo todo muy a la ligera y rápido? No, sólo quiero hacerte feliz rápida o lentamente. El ritmo lo ponés vos.
¿Que si tuve miedo? Sí. Tuve celos, tuve chicha, hice berrinche, te imaginé, me dolió, lo pensé, me volvió a doler, te escribí, te llamé, te pensé de nuevo y volví al cielo.
Y tuve miedo, sí... Pero ese miedo es fácil de disipar.
miércoles, 5 de enero de 2011
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