miércoles, 5 de enero de 2011

Y tuve miedo...

Ayer dijiste que no sabías que yo sentía eso por vos. ¿Te digo la verdad? Yo tampoco lo sabía.
Es curioso ver como de un pronto a otro te das cuenta de la realidad: caés en un abismo del cual solamente vos podés salir y que por más que alguien quiera ayudarte, es inútil la presencia ajena.
En asuntos del corazón no manda nadie más que tu propio corazón, incluso sobre tu cerebro.
Y fue extraño pensar que ayer te perdía. Pensar que tus ojos azul-grisáceos que tiran a celeste ya no me verían más a mí (es extraño, pero amo esa combinación), que tus labios rojos no estarían contra los míos a como los he imaginado y que no podría llegar a ver de cerca esa sonrisa que hipnotiza, que cautiva, que encierra... esa sonrisa que hace resaltar tus mejillas, esas líneas de expresión que me hacen querer expresarme, ese pelo despeinado que me hace querer despeinarte más, esa cara de inocencia que se pierde muchas veces en el deseo.
¿Que si te quiero conocer? No hay duda.
¿Que si viajaría largo por vos? Definitivamente. Y no te sintás mal, me gusta viajar largo porque al final del viaje habrá un buen premio.
¿Que si es un año o año y medio? Igual lo siento como si fueran mil años.
¿Que si después no sos lo que yo espero? Lo serás, porque me gusta quien sos, no quien quiero que seás.
¿Que si te pienso esperar? Total ya te esperé un año, ¿qué más da un poco más?
¿Que si soy ridículo y cursi? Sí y lo acepto. Pero me gusta ser así. Así me conocés.
¿Que sos menor que yo? ¿Y qué? Igual tengo un niño adentro que sale muy frecuentemente.
¿Que tomo todo muy a la ligera y rápido? No, sólo quiero hacerte feliz rápida o lentamente. El ritmo lo ponés vos.
¿Que si tuve miedo? Sí. Tuve celos, tuve chicha, hice berrinche, te imaginé, me dolió, lo pensé, me volvió a doler, te escribí, te llamé, te pensé de nuevo y volví al cielo.
Y tuve miedo, sí... Pero ese miedo es fácil de disipar.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

En la Galería

Pasé cierta vez por una Galería de Arte. No soy aficionado a comprar pinturas, aclaro. De igual manera, no ando buscando qué cuadros poner en mi cuarto o cómo decorar mi oficina. Sin embargo, pienso que en algún momento, tendré que colocar algo en esas paredes vacías, para que, al despertar, pueda verlas, pueda admirarlas, pueda sumergirme en ellas.
Pero en esta galería encontré una pintura totalmente distinta. Me llamó la atención, sí, más de lo que yo creí, debo aceptarlo. Fue impresionante al verla, fue maravillosa al contemplarla. Ella me cautivó totalmente, hizo dejar mi mirada fija, mi espíritu perplejo y mi boca sin habla.
Era cara, mucho, pero se notaba que valía la pena. Decidí entonces ahorrar. Cada céntimo lo guardé en una alcancía especial.
De vez en cuando pasaba por la galería. Quería asegurarme de que no había un nuevo dueño para ella o que no tenía pretendientes. Eso es algo que nunca sabré, la dueña del lugar era un poco hermética en eso y sólo me dejaba hacer conjeturas. Tenía que confiar en que la pintura quería venir conmigo tanto como yo.
Y pensé una vez más lo mucho que me gustaría tenerla en mi cuarto, colgando. Pensé lo mucho que disfrutaba cada segundo que la veía, pensé en los inimaginables sentimientos que brotaban de mi al estar junto a la pintura.
Ahorré, creo que ahorré suficiente. "Tres meses al menos", me dijo la vendedora. Con 3 meses sería suficiente para saber si podría comprarla.
Pero ahora mi alcancía está rota, he sacado el dinero. No quiero mi tan anhelada pintura. No me nace tenerla en mi cuarto ni contemplarla ni verla más. No me nace soñar día a día con el momento en que esté a mi lado. No me nace pedir descuentos a la dueña, ni opciones para tenerla. No me nace tener algo frío, seco, deshumanizado cerca de mí.
Y entonces entendí: esa pintura es hermosa, es todo lo que quise. Excepto por algo: no me da lo que quiero tener.
¿Tu amor? Tu amor es tan frío como dicha pintura.
¿Y sabés qué? Prefiero invertir en otras cosas...

viernes, 15 de enero de 2010

Ante lo nuevo...

La rutina ya no es la misma. Los cambios han sido fuertes en este año y apenas llevamos 15 días. Ya no me levanto pensando en mí ni en mis cosas. Ya no me levanto pensando en lo que dejé ir, no. Me levanto pensando en lo que tengo, en lo mucho que me gusta sentirme tan tonto, en lo mucho que me gusta besar mi dedo índice cada mañana con un "buenos días" y cada noche con un "buenas noches, te quiero".
¿Has oído hablar de las pintas? Dicen que los primeros 12 días del año demuestran como va a pintar cada mes.
En el 9no día, me llegó el amor... ¿será que así pase en el 9no mes? No quiero un mes ni tres, no quiero siete ni nueve, quiero miles de meses con vos.
Con vos estoy creciendo, creciendo mucho. Lentamente me voy dando cuenta de que la vida a veces es muy distinta de lo que pensamos. Por un momento descifré en tus ojos amor, ahora, sólo veo inseguridad.
¿Qué nos pasa? No es que estés inseguro, es que ahora ambos lo estamos. Es que ya me da miedo crecer, como el niño que cayó de la bici. Si, así aprendí yo, cayendo, me levanté y lo logré, mantuve el equilibrio, pero no quiero caer de esta bici y golpearme, aunque veo que, durante el poco camino que llevamos, ya vas tambaleándote.
Entonces, ¿seguimos? Es decir, ¿te sigo?
Ya nacimos, estamos creciendo y desarrollándonos... ¿será que morimos tan pronto? ¡Morimos de amor... y no hacemos nada!
Ahora, no sé en que pienso. Sé que pienso en vos... pero no sé de qué forma. ¿Te lográs adaptar a mi? Hacelo... Porque mi corazón quiere adaptarse a vos, mi vida quiere tomar tu forma, mis labios quieren tener tus iniciales grabadas en cada palabra que digo, en cada una de las que sale de mi boca.
Nuestro futuro es incierto sí... Y eso es lo que me da más miedo: la incertidumbre.
Sigamos amor, sigamos. No queda otra opción. Rendirse nunca ha sido lo mío.
Amarte es mi opción y tu felicidad, mi horizonte.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Pues sí...

Pues sí: no te conozco aún y te amo, no te conozco aún y te necesito, no hemos salido nunca y quiero salir de nuevo contigo, no te he tenido y te extraño, no te he besado y muero por tus labios, no te he sentido y muero por sentirte, porque me sintás, por tenerte conmigo... No te he soñado aún, pero ya te siento a mi lado cada día al amanecer... No sólo en mis sueños...

martes, 15 de septiembre de 2009

Fairy dust

Soy extraño, lo sé. Hace poco te lo dije. Mis ideas son distintas, vivo en un mundo donde puedo verme como anormal. Todo mi ser es distinto, todos mis pensamientos giran en ejes de los que no conozco sus coordenadas.

Me lo dijiste hace poco: "No sos extraño, sos distinto. Sos más profundo", ¡leyendo mi blog te diste cuenta de esto jeje! Soy más profundo... ¡me gusta! Me gusta que me leás, me gusta que te des cuenta de lo que pienso.

A veces sueño con vos... Amanezco y digo "que pasaría si...".... Me quedé con ganas de saberlo. Si ese día lo hubiera intentado, ¿habrías accedido? Si me hubiera acercado a tu boca, ¿me habrías besado? Si mi codo no hubiera temblado tanto en ese momento no te hubieras acercado a mí, no me habrías dicho cómo acomodarme, no hubieras caído sobre mí ni hubiéramos quedado tan cerca, no hubiera visto el color de tus ojos, esos ojos tan profundos que inspiraban en mí lo más hermoso que se puede inspirar, no hubiera visto la alegría de tu ser, no hubiera visto la emoción que me rodeaba en ese momento y tal vez, mi corazón no se hubiera acelerado tanto. No hubiera olvidado a quien estaba del otro lado de la calle, como pasó en esos minutos. ¡Quá va! Como pasó ¡durante todo ese día con vos!

Mi mundo estaba lleno de problemas, vos habías sido la solución a ellos. Me habías sacado de mi abismo, el cual ya tenía nombre propio, y me habías llevado a hacerte compañía en tu abismo.

Por dicha no caí, el golpe hubiera sido fuerte. Me dejé llevar por vos, sentía que aquel primer beso ya no era tan importante, sentí que quería un nuevo primer beso, sentí que mi mundo, ahora, eras vos y que quería estar con vos, lejos de todo, en una isla desconocida. Después de todo, contigo estaría totalmente seguro, de eso no había duda.

Y después todo cambió. Mi mundo volvió a su diario vivir, el tuyo conoció nuevas tierras y te enfatizaste en tu crecimiento académico, al menos eso me dijiste.

Pero nunca te alejaste del todo de mí, siempre estuviste de algún modo cerca: un saludo a veces, un regaño otros días, un "estoy estudiando" de vez en cuando... eras otra persona, no eras la misma de antes, pero nunca dejé de extrañarte ni mucho menos de sentirte.

¿Dónde quedaba entonces aquella persona que me ayudaba, aquella persona que me incitaba a ser distinto, aquella que me invitaba a liberarme de la cadena que me ataba? ¿Dónde estaba aquella persona que me decía implícitamente "¡ven conmigo!", que me provocó alguna vez dejar lo que tenía (lo cual no parecía bueno ya en esos momentos) y buscar una nueva alternativa.

Eras mi nuevo mundo, eras mis Indias, eras mi ilusión.

Dos años ya... No hay más gomitas, no hay cerecitas ni hay más baile, no hay más emoción. Comparto con vos sentimientos extraños. Te asombras de mi capacidad para recordar fechas y momentos en los que nos hemos visto. "Es una habilidad", me decís. Pero no lo siento así, no es una habilidad recordar a quien querés.

Y al final, paso una noche entera con vos, una noche pensándote, una noche riendo, una noche en la que me ves y yo no te veo, como una noche de ensueño. Reímos, nos burlamos de todo un poco, ¡hasta de nosotros mismos! Despertaste en mí ese sentimiento que parecía haberse dormido ya, haberse perdido en mi ser. ¿Cómo se llamaba? ¡Ah sí!, amor era... creo.

Y volviste a traer a mi mente las misma interrogantes que hace ya un par de años me agobiaban: ¿Vos y yo? ¿Se podrá? ¿Será que...?... Y la principal, la que me agobiaba hasta hace poco: ¿será que volveré a sentir amor?, ¿será que volveré a ser feliz?

Me da miedo caer en manos erróneas como alguna vez pasó... ¿pero sabés qué? Me gustaría caer en esas manos de nuevo... para que vos me rescatés como lo hiciste, hace ya un par de años, ¡con polvo de hadas! Soy extraño, lo sé.

domingo, 9 de agosto de 2009

La palabra, ¿crea objetos?



Siento frío algunas noches. No estás aquí, eso lo sé. Ya me acostumbré a tu ausencia, a tu no-presencia. Dos cosas distintas, claro está. Alguna vez estuviste ausente en mi vida. Lo comprendía, era necesario estar lejos, era lógico que debíamos estarlo. Ahora siento que esa ausencia se convirtió en una no-presencia inevitable. Creaste con tus palabras un universo totalmente distinto al pequeño mundo en el que yo vivía. Como dice Yadira Calvo, "la palabra crea objetos". Pero, ¿en realidad lo hace? Cerremos los ojos y traigamos a nuestra mente un recuerdo sin igual. Sí, ya sé qué quiero recordar: ¡nuestro primer beso!

Fue simple, ¿no? Yo super nervioso, vos en un estado de total tranquilidad. Yo nuevo en materia de besos, vos con experiencia en esto. Te lo había negado antes, así como negué nuestra primer salida hasta que fue imposible posponerla más, pues amenazabas con enojarte y era lo último que quería. Llovía, tenía un león en mi mano, recuerdo de la falta que me hiciste en tu viaje por Europa. Lo abracé. Fue el regalo más lindo que me han dado hasta el día de hoy. Me acerqué. Maldita taquicardia. Me incliné. Vos en la silla, yo de pie. Levanté tu barbilla, nunca noté lo chiquitita que era hasta ese momento. Me incliné, te besé "en la mejilla, cerca de la boca" como rezaba tu último mensaje de cada día. Vos sonreíste. ¡Estabas feliz! Yo por el contrario, seguía muriendo lentamente de nervios. Me tomaste, fue casi agresivo, me sentaste en tu cama. Me besaste, te inclinaste sobre mí, me acostaste, ¡estabas sobre mí! Perdí el conocimiento durante 5 segundos hasta que reaccioné. Te tenía ahí. Me besabas, sentía tus labios, suaves, sutiles, débiles. Mojaban mis labios y hasta cierto punto, mis mejillas (las cuales habían perdido ya su blanco natural). Dejé de oír los ruidos de tu madre y tu hermana y empecé a oír la naturaleza (o al menos eso imaginé). Tu pequeño labio superior se separaba y yo lo volvía a atraer. No quería terminarlo. ¿Cuánto duró? Menos de un minuto seguramente. Fue un siglo para mí. Los mejores 100 años de mis 21 años de vida. Te separaste. Peinaste mi cabello rebelde, colocho, despeinado como siempre. Te esforzabas en hacerlo y se notaba que te divertias. Era todo un reto peinarlo, ¿cierto? Nunca lo lograste. Te rendías, me veías a los ojos. Tu mirada recorría mi cara completa. Veías mis cejas, te enfocabas en mi nariz un rato, bajabas a la boca. Solías hacerlo después de besarme, se convirtió en toda una tradición. Me gustaba que lo hicieras, me sentía contemplado y no quería que nadie más que vos me contemplaras. Tu labio esbozaba algo parecido a una sonrisa, pero solo en su lado izquierdo. Me levantaste, me diste un abrazo. Sentí un calor inmenso, un calor distinto, como nunca lo había sentido. Sentí que me amabas, ¡sí! Era nuestro primer beso pero lo sentí, sabía que íbamos por buen camino. Te tuve entre mis brazos. Me sentí como un niño. Taquicardia de nuevo. Separados de nuevo. Tus ojos contra los míos, tus manos sobre las mías. Volví a oír el grito de tu hermana llamando a su mami, a tu mami. Me sentí a salvo. Mi mundo se convirtió en un universo, donde vos eras el centro. Disfruté muchísimo ese momento y ¿te cuento algo? Nunca más he sentido algo como eso, nunca más tuve un primer beso, nunca más tuve una sensación como esa, nunca más tuve taquicardia como esa, nunca más escuché la naturaleza y como caía cada gota sobre una casa, nunca más escuché una respiración como la tuya, nunca más sentí un movimiento como el de tus labios, nunca más sentí algo semejante, similar, parecido, a excepción de cada vez que, de ahí en adelante, me besaste... ¡nunca más amé!

La palabra, ¿crea objetos? ¡Queda demostrado!, pues creo que todos imaginaron con mis palabras cada momento que pasé. Si bien es cierto no se refiere a la misma temática de Yadira Calvo, vemos que, con simples palabras, podemos crear no sólo objetos, sino también un imaginario completo en donde todo depende, más que de la palabra, de la capacidad propia de crear. Wow, crear. Suena fuerte, ¡pero me gusta!

domingo, 28 de junio de 2009

Uno, dos, tres... ¡puta! ¿Cuántos pisos faltan?

Subís varios pisos para llegar a un determinado lugar. Muchos escalones, ¿cierto? En mi caso, a veces subo 6 pisos para poder llegar a mis clases jejeje! Eso si el ascensor no está lleno... pero en fin, vale la pena seguir subiendo, ¿o no? Porque con cada paso que das, te sentís más cerca del objetivo, sea cual sea.
Subiendo ya un par de pisos más, llegamos a la Universidad. Auch... Y es que la-palabra-con-U nos intimidó a muchos durante, al menos, un par de años.
Primero, el eterno dilema: ¿qué pasa si no entro a la UCR? Jaja! Que es el caso de la mayoría. Al final, si alguien no entra porque no obtuvo el corte necesario, va a otra universidad y dice que, de por sí, nunca quiso ir a la UCR porque le da pereza meterse años de años ahí.
Otros pues, decidimos ir a una Universidad privada por distintos motivos. Sin embargo, en mi caso, un año después "aproveché" mi corte obtenido y me metí a la UCR... Ok he divagado mucho jeje!
Volviendo al tema: La U. Cuando estamos en el cole, todo gira en torno a esa mini sociedad que comenté antes; esa mini sociedad en donde sos simplemente un individuo al que el ambiente y el entorno quieren domesticar. -¿Qué es domesticar? -dijo alguna vez el Principito-, pues en este caso es simplemente amoldarse a lo que la sociedad me exigió en determinado momento.
Ahora, cambiás de entorno y es un cambio fuerte. Llegás a la U, te topás miles de personalidades distintas (sin importar estatal o privada, los estereotipos son los mismos) y te topás miles de formas a las que podés adaptarte. Entonces tu instinto de supervivencia cambia a un estilo de camuflaje, no para disimularte entre los demás, sino como forma de adaptación propia, individualizada, a las circunstancias del entorno.
Mostrás entonces esa parte de vos escondida y sale a relucir el "me-myself-I" que todos tenemos dentro. La parte egoísta destaca entre lo demás, pues tenés que salir avante, no podés venirte a menos, "ya no estás en el cole" se oye a menudo en los pasillos o en las zonas comunes y los profes nos lo repiten una y otra vez, al mejor estilo evolucionado de la frase trillada del cole: "ya no estás en la escuela" (que a su vez deriva de "ya no estás en el kinder" jaja).
Es aquí donde lográs apreciar el valor del cole: esos 5 o más años que sufriste, que madrugaste, que viviste clavado en el colegio, te ayudaron en algo, te dieron las armas para enfrentar lo que venía en realidad: un abanico de actitudes y personalidades de las cuales podés escoger pero que, a su vez, tenés ya premeditado para saber cuál es el rumbo por el que vas a irte. Sigue entonces el proceso de aceptación que viviste en el cole pero de una manera más relax, pues podés decidir a quien te unís y encontrar ya sea un grupo compatible, o bien, un grupo opuesto con el que te sintás bien, pues es total y psicológicamente aplicable la clásica ley de la atracción de los polos opuestos.
Caés entonces a un punto paralelo a aquel desde donde empezaste hace ya varios años atrás: sos un recién nacido en un mundo donde traés tus ideas, pero hace falta que alguien te ayude a encaminarlas; ya no bajo la crueldad de los niños, ya no bajo la repugnancia del adolescente, sino más bien junto a un grupo de "neonatos" que, como vos, quieren desarrollar una perspectiva nueva. Y se termina de formar tu criterio, entrás en ese último lapso, tomás tus visiones globales, políticas, sociales, ambientales, de sexualidad, de gustos, en fin, te definís.
¿Alguien te dice algo por lo que sos? ¡No! Sos lo que sos... y eso se aprende con el tiempo. ¿Lo podés cambiar? ¡Para qué! Dios te hizo así, respetá lo que Él hizo y hacé que otros te respeten.
Queda superada entonces la etapa de moldeo, se vive la etapa final y se da el acabado al producto: la personalidad.
Nos formamos, sí... Y al final, después de subir 6 pisos, llegás a tu meta. Sólo para encontrar que el esfuerzo realizado nos cansó. Pero siempre tendrás un chance para sentarte y tomar impulso... ¡para bajar y subir de nuevo! ;)