miércoles, 1 de septiembre de 2010

En la Galería

Pasé cierta vez por una Galería de Arte. No soy aficionado a comprar pinturas, aclaro. De igual manera, no ando buscando qué cuadros poner en mi cuarto o cómo decorar mi oficina. Sin embargo, pienso que en algún momento, tendré que colocar algo en esas paredes vacías, para que, al despertar, pueda verlas, pueda admirarlas, pueda sumergirme en ellas.
Pero en esta galería encontré una pintura totalmente distinta. Me llamó la atención, sí, más de lo que yo creí, debo aceptarlo. Fue impresionante al verla, fue maravillosa al contemplarla. Ella me cautivó totalmente, hizo dejar mi mirada fija, mi espíritu perplejo y mi boca sin habla.
Era cara, mucho, pero se notaba que valía la pena. Decidí entonces ahorrar. Cada céntimo lo guardé en una alcancía especial.
De vez en cuando pasaba por la galería. Quería asegurarme de que no había un nuevo dueño para ella o que no tenía pretendientes. Eso es algo que nunca sabré, la dueña del lugar era un poco hermética en eso y sólo me dejaba hacer conjeturas. Tenía que confiar en que la pintura quería venir conmigo tanto como yo.
Y pensé una vez más lo mucho que me gustaría tenerla en mi cuarto, colgando. Pensé lo mucho que disfrutaba cada segundo que la veía, pensé en los inimaginables sentimientos que brotaban de mi al estar junto a la pintura.
Ahorré, creo que ahorré suficiente. "Tres meses al menos", me dijo la vendedora. Con 3 meses sería suficiente para saber si podría comprarla.
Pero ahora mi alcancía está rota, he sacado el dinero. No quiero mi tan anhelada pintura. No me nace tenerla en mi cuarto ni contemplarla ni verla más. No me nace soñar día a día con el momento en que esté a mi lado. No me nace pedir descuentos a la dueña, ni opciones para tenerla. No me nace tener algo frío, seco, deshumanizado cerca de mí.
Y entonces entendí: esa pintura es hermosa, es todo lo que quise. Excepto por algo: no me da lo que quiero tener.
¿Tu amor? Tu amor es tan frío como dicha pintura.
¿Y sabés qué? Prefiero invertir en otras cosas...

viernes, 15 de enero de 2010

Ante lo nuevo...

La rutina ya no es la misma. Los cambios han sido fuertes en este año y apenas llevamos 15 días. Ya no me levanto pensando en mí ni en mis cosas. Ya no me levanto pensando en lo que dejé ir, no. Me levanto pensando en lo que tengo, en lo mucho que me gusta sentirme tan tonto, en lo mucho que me gusta besar mi dedo índice cada mañana con un "buenos días" y cada noche con un "buenas noches, te quiero".
¿Has oído hablar de las pintas? Dicen que los primeros 12 días del año demuestran como va a pintar cada mes.
En el 9no día, me llegó el amor... ¿será que así pase en el 9no mes? No quiero un mes ni tres, no quiero siete ni nueve, quiero miles de meses con vos.
Con vos estoy creciendo, creciendo mucho. Lentamente me voy dando cuenta de que la vida a veces es muy distinta de lo que pensamos. Por un momento descifré en tus ojos amor, ahora, sólo veo inseguridad.
¿Qué nos pasa? No es que estés inseguro, es que ahora ambos lo estamos. Es que ya me da miedo crecer, como el niño que cayó de la bici. Si, así aprendí yo, cayendo, me levanté y lo logré, mantuve el equilibrio, pero no quiero caer de esta bici y golpearme, aunque veo que, durante el poco camino que llevamos, ya vas tambaleándote.
Entonces, ¿seguimos? Es decir, ¿te sigo?
Ya nacimos, estamos creciendo y desarrollándonos... ¿será que morimos tan pronto? ¡Morimos de amor... y no hacemos nada!
Ahora, no sé en que pienso. Sé que pienso en vos... pero no sé de qué forma. ¿Te lográs adaptar a mi? Hacelo... Porque mi corazón quiere adaptarse a vos, mi vida quiere tomar tu forma, mis labios quieren tener tus iniciales grabadas en cada palabra que digo, en cada una de las que sale de mi boca.
Nuestro futuro es incierto sí... Y eso es lo que me da más miedo: la incertidumbre.
Sigamos amor, sigamos. No queda otra opción. Rendirse nunca ha sido lo mío.
Amarte es mi opción y tu felicidad, mi horizonte.